Qué es la hipoxia muda, el coronavirus grave sin síntomas
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La COVID-19 puede reducir los niveles de oxígeno en el cuerpo sin causar problemas graves para respirar hasta que la situación se agrava.
La mayoría de los síntomas que indican la presencia del coronavirus en nuestro cuerpo son conocidos. La fiebre, el dolor de garganta, la pérdida de olfato o gusto, los problemas para respirar… De todos ellos se ha hablado mucho en estos meses y conforme se va conociendo más al patógeno van apareciendo nuevos problemas compatibles con haberlo contraído.
Uno de los últimos hallazgos en este sentido es, si cabe, más preocupante que los anteriores. Se trata de la hipoxia muda y llama especialmente la atención por lo que su propio nombre indica: es un síntoma difícil de percibir porque supone una pérdida paulatina del oxígeno que alberga nuestro cuerpo sin que apenas lo notemos.
Funciona de la siguiente manera: El virus entra en nuestro organismo y empieza a eliminar oxígeno pero sin causar disnea, la dificultad para respirar caracterizada por un aumento en la rigidez de los pulmones que nos provoca presión en el pecho, alertándonos del problema. Esto provoca que respiremos más rápido y expulsemos más CO2. Así que, mientras tenemos la sensación de estar bien, vamos entrando en lo que se conoce como hipoxia. Empezamos a saturar por debajo de las cifras normales, que son bastante superiores a 90, y podemos llegar a quedarnos en el entorno de 60, un nivel de oxígeno en sangre peligrosamente bajo. Nuestros labios pueden entonces adquirir un leve tono azulado. Para cuando llega la disnea y sentimos presión en el pecho, la sitación ya se ha agravado y necesitamos asistencia médica.
“En casi toda la experiencia clínica de los médicos, los problemas con los pulmones incluyen problemas con la absorción de oxígeno y la eliminación de dióxido de carbono. Esta enfermedad es distinta”, afirma Richard Levitan, médico del Hospital Bellevue de Nueva York en declaraciones recogidas por National Geographic.
Antecedentes en alpinistas y pilotos
La hipoxia silenciosa ya ha afectado antes a pilotos y alpinistas. Conforme estos ascienden a una altura mayor en un vuelo o una expedición, la presión atmosférica disminuye y captan menos moléculas de oxígeno en cada bocanada, por lo que su respiración se acelera. Las causas, por lo tanto, son diferentes, porque en su caso no hay ningún agente infeccioso que les retire oxígeno del cuerpo, y el problema no puede ser tratado de la misma forma en ambos casos, en contra de algunas informaciones que han circulado estos días por itnernet.
Todavía se desconoce si una detección rápida de esta hipoxia muda en los pacientes con COVID-19 mejora su pronóstico. Pero todo apunta a que sería útil toda vez que la prolongación de esta afección puede acabar repercutiendo en el funcionamiento de órganos vitales como el corazón.
Tomado de: www.as.com