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La historia milenaria de la cirugía estética

Estetica

La historia milenaria de la cirugía estética

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La cirugía aplicada a la belleza ha alcanzado cotas asombrosas, y hoy incluso hay adictos al retoque. Pero la precisión actual ha requerido miles de años

La historia milenaria de la cirugía estética
Ilustración de una rinoplastia en el siglo XVI. (CC BY 4.0 / Wellcome Library.)

ANABEL HERRERA

Claramente, el aspecto nos importa más de lo que nos gustaría admitir. Nos lo inculcan ya en los cuentos de infancia, en los que, con permiso de Shrek, la bruja es vieja y fea y el príncipe o la princesa, jóvenes y bellos. Y lo arrastramos al crecer en el campo personal y el laboral. ¿Cómo se explica que los candidatos más atractivos consigan trabajo con mayor frecuencia que otros quizá más competentes pero físicamente menos agraciados?

Sin espejos mágicos

El culto a la belleza no es algo nuevo. La diferencia estriba en que hoy existe un amplio abanico de técnicas que aplicar a innumerables partes del cuerpo humano. La cirugía plástica trata las anomalías congénitas y las derivadas de accidentes y enfermedades. La estética se ocupa de las naturales (un pecho “demasiado pequeño”…) y los signos de envejecimiento (patas de gallo, flacidez en los brazos…). La búsqueda de medios para conservarse bello tiene sus propias arrugas.

En la Edad Media la cirugía estética se convierte en una práctica castigada incluso con la muerte

Ya en el Egipto faraónico los cirujanos se preocupaban por los resultados estéticos de sus intervenciones. El papiro quirúrgico de Edwin Smith (c. 1600 a. C.) detalla cómo se suturaban heridas faciales con tendones de animales o se recolocaba una nariz fracturada con ayuda de “dos tapones de lino saturados con grasa”, que se insertaban en los orificios nasales. Otro papiro, el de Ebers (c. 1550 a. C.), describe una dermoabrasión, alisado de arrugas y cicatrices, con piedra pómez.

En la Roma del siglo I, Plinio el Viejo hablaba de una rudimentaria liposucción como “cura heroica de la obesidad” del hijo del cónsul Lucio Apronio. Seis siglos después, el médico bizantino Pablo de Egina ideó un sistema para extraer los pechos a los hombres que presentaban ginecomastia, agrandamiento patológico de las glándulas mamarias. Los casos se suceden hasta la Edad Media, cuando la cirugía estética se convierte en una práctica castigada incluso con la muerte.

Busto de Antínoo, joven de gran belleza y favorito del emperador Adriano.
Busto de Antínoo, joven de gran belleza y favorito del emperador Adriano. (Dominio público)

No en vano, la Iglesia católica consideraba que la belleza arrastraba a los hombres a los brazos del demonio. No es hasta finales del siglo XV y a lo largo del siguiente, época en que varias epidemias de sífilis arrasaron Europa, cuando se desarrollan las técnicas de la llamada chirurgia decoratoria .

El estigma de la nariz

La sífilis, una enfermedad importada del Nuevo Continente, no solo causó estragos entre la población. También avergonzaba a quienes la padecían, al deformarles la nariz. Un gran número de afectados buscó en la chirurgia decoratoria un remedio para pasar desapercibidos en la sociedad. Gaspare Tagliacozzi, profesor de Cirugía en la Universidad de Bolonia, advirtió la relación ya entonces entre el hecho de tener una nariz deforme, o incluso de haberla perdido, con la infelicidad. “Una persona sin nariz está abocada a ser infeliz”, afirmó.

En su tratado De curtorum chirurgia perinsitionem (1597) documentó e ilustró por vez primera una intervención para reparar una nariz perdida a causa de un golpe o de la sífilis. Su método, basado en injertos de colgajos de piel procedentes de la parte interior del brazo, perduró durante siglos.

Por entonces la cirugía era una profesión de riesgo. Muchos de los pacientes morían durante la intervención, por complicaciones o por dolor, y no pocos especialistas sufrieron ataques por parte de operados que habían quedado aún más desfigurados. Peor suerte corrió Tagliacozzi: fue perseguido y mandado ejecutar por la Inquisición italiana.

Ilustraciones de 'De curtorum chirurgia per insitionem', de Gasparo Tagliacozzi, 1597.
Ilustraciones de ‘De curtorum chirurgia per insitionem’, de Gasparo Tagliacozzi, 1597. (CC BY 4.0 / Wellcome Library, London.)

La rinoplastia (reparación de nariz) cobraría auge en la India, a raíz de la costumbre en este país de cortar la nariz a ladrones, desertores y mujeres adúlteras. A finales del siglo XVIII, Occidente tuvo conocimiento de las distintas técnicas rinoplásticas que allí se aplicaban gracias a las descripciones de cirujanos ingleses residentes en la futura colonia británica.

Adiós a imposibles

La aparición de la anestesia, en 1844, y de la antisepsia, en 1867, supuso un punto de inflexión en la historia de la cirugía estética, al favorecer las operaciones por deseo, más que por necesidad. Así ocurrió con los mutilados de la Primera Guerra Mundial . Hasta entonces, los cirujanos se habían dedicado únicamente a reconstruir partes del cuerpo acribilladas y deformadas. Ahora también tenían en cuenta los criterios estéticos para minimizar las graves secuelas psicológicas de los soldados.

El número de heridos de guerra era tan elevado que los cirujanos debían improvisar nuevas técnicas en plena operación. Aquellos profesionales dieron a la cirugía un impulso sin precedentes. Pronto se abrieron centros especializados en Europa y Estados Unidos, donde trabajaron los artífices de gran número de las técnicas que empleamos hoy en día.

El primerísimo plano, popularizado en los años veinte del siglo pasado, revelaba sin piedad cualquier imperfección

Es el caso de Hippolyte Morestin, director del hospital parisino Val-de-Grâce, el primer centro de cirugía bucal y maxilofacial de todo el mundo. Morestin ensayó allí el injerto de cartílago como tratamiento de deformaciones en rostros.

La cámara implacable

Las estrellas de Hollywood fueron las primeras en beneficiarse de los conocimientos obtenidos durante la Gran Guerra. El primerísimo plano, popularizado en los años veinte del siglo pasado, revelaba sin piedad cualquier imperfección en la cara de actores y actrices. De ahí que Greta Garbo se enderezara los dientes, Marlene Dietrich se operase la nariz y Rita Hayworth se alzara un par de centímetros la línea de nacimiento del cabello.

La actriz Greta Garbo se enderezó los dientes.
La actriz Greta Garbo se enderezó los dientes. (Keystone)

La cirugía estética también abrió horizontes a quienes deseaban cambiar de sexo. En 1920, los médicos berlineses Ludwig Levy-Lenz y Felix Abraham transformaron por completo unos genitales masculinos en unos de aspecto femenino.

La Segunda Guerra Mundial desencadenó otra revolución. Los cirujanos del frente aprendieron a coser las heridas sin dejar apenas cicatrices. Además, contaron con nuevas drogas para combatir las infecciones, como la penicilina (descubierta por Alexander Fleming en 1928) y la sulfamida (introducida en la medicina en los años treinta por el médico alemán Gerhard Domagk).

Al término de la guerra cambió el perfil de los pacientes de cirugía. La mujer era ahora su principal “consumidora”, y los deseos que más veces formuló fueron un aumento de pecho y una reducción de la grasa corporal.

Para satisfacer el primero, en los cincuenta empezaron a realizarse implantes de silicona mediante inyecciones subcutáneas. En cuanto al segundo, tuvieron que pasar dos décadas para la puesta en marcha de procedimientos que permitieran recuperar el contorno juvenil sin dejar huellas visibles en el cuerpo. Entre ellos, la liposucción, una operación que consiste en succionar los depósitos de grasa, localizada en zonas como los glúteos y el abdomen, con ayuda de una cánula o jeringa.

En busca de la belleza interior

La cirugía estética ha dejado de ser una opción exclusiva de ricos y famosos para convertirse en un fenómeno masivo. Las técnicas cada vez más avanzadas, los mejores resultados, la ausencia de dolor y la reducción de cicatrices animan cada vez a más gente a pasar por el quirófano.

Intervención de cirugía estética.
Intervención de cirugía estética. (Getty Images)

En España se realizan 398.350 intervenciones de cirugía estética al año, según estimaciones de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE) basadas en la encuesta La realidad de la Cirugía Estética en España 2017-2018. No obstante, no son pocas las voces que alertan de los peligros de convertir la cirugía estética en un bien de consumo más y de generar expectativas desmesuradas, al pregonar que todo es posible a la hora de engañar al proceso natural de envejecimiento.

Fue un cirujano plástico quien propuso ejercicios mentales para transformar el concepto de uno mismo

La preocupación anormal por la apariencia física puede desencadenar lo que en psiquiatría se conoce como trastorno dismórfico corporal. Quienes lo padecen demandan tratamientos excesivamente agresivos y acostumbran a estar insatisfechos con los resultados obtenidos tras la intervención.

Los defensores de la cirugía sostienen que no hay nada malo en cambiar el aspecto exterior para armonizarlo con el interior si eso conlleva una mayor confianza y sensación de bienestar. Resulta curioso que fuera un cirujano plástico, el estadounidense Maxwell Maltz, quien, en los sesenta, propusiera una serie de ejercicios mentales para transformar el concepto que uno tiene de sí mismo sin necesidad de pasar por el quirófano.


Tomado de: www.lavanguardia.com

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